De aquellas canciones al dembow

 


Por JUAN SALAZAR

A pocos minutos de mi reciente cumpleaños, el pasado 12 de julio, una persona me dijo un insulto que pensĂ© responder, pero pisĂ© el freno a tiempo. RecordĂ© en ese momento un estribillo de la famosa canciĂłn hablada “Desiderata”, popularizada por el actor y locutor mexicano Jorge Lavat y que reza: “Evita a las personas ruidosas y agresivas, ya que son un fastidio para el espĂ­ritu”.


Desiderata proviene del latĂ­n y se define en español como "cosas deseadas". Es una colecciĂłn de poemas titulada “Desiderata of Happiness” (Deseos de felicidad), cuyo autor es el escritor, filĂłsofo y abogado estadounidense de origen alemán, Max Ehrmann. Fue publicado en 1948, despuĂ©s de la muerte del poeta norteamericano.


Las reflexiones del poema me han ayudado bastante en diversas circunstancias de la vida y, en la víspera de mi pasado cumpleaños, no fue la excepción.


A veces, con la actitud que asumimos ante situaciones de la vida terminamos decretando el curso de nuestra existencia. Quizás una respuesta a esa persona me hubiera amargado un cumpleaños que transcurrió con abundantes mensajes de felicitación, cargados de cariño, valoración, respeto y admiración de mis familiares, amigos, colegas y estudiantes, incluso de personas que tenía bastante tiempo sin saber de ellas.


Otra reflexiĂłn del poema Desiderata que me ha aportado muchĂ­simo en esta etapa de mi vida dice “Camina plácido entre el ruido y la prisa, y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio”. Callar ante un insulto, hablar menos y escuchar más, aunque muchos critiquen esa actitud, me ha permitido encontrar paz, como tambiĂ©n reza otra canciĂłn, en medio de la tormenta.


Un mundo tan normado actualmente por las modernas tecnologías, especialmente por el uso abrumador de las redes sociales, ha llevado a los seres humanos a una necesidad imperiosa de hablar y opinar todo el tiempo, en la mayoría de los casos mostrándose ruidosos y agresivos.


Cuando escuchamos, mostramos atención, empatía y respeto por la opinión ajena. Aunque muchos consideren lo contrario, también mejora la comunicación y aumenta nuestro caudal de conocimientos, especialmente cuando exponen personas capaces de aportarnos con sus sabias reflexiones. Pero, quizás lo más importante, contribuye a tu salud mental, porque el silencio te evita esos disgustos producto de discusiones estériles.


Era prácticamente un huraño adolescente, cuando mi padre me regalĂł “CĂłmo ganar amigos e influir sobre las personas”, del escritor estadounidense Dave Carnegie, uno de los primeros libros de autoayuda que se convirtiĂł en un Ă©xito de ventas.


Entre las recomendaciones puntuales del libro para mantener excelentes relaciones interpersonales e influir sobre las personas, están ser un buen oyente, hablar de lo que interesa a los demás y hacer que los demás se sientan importantes. Pero tambiĂ©n evitar discusiones, respetar las opiniones ajenas y admitir los propios errores. Esta Ăşltima recomendaciĂłn suele ser la más difĂ­cil de asimilar, pues resulta muy difĂ­cil escuchar la frase: “PerdĂłn, yo me equivoquĂ©”.


Incluso, cuando se trata de personas que padecen depresiĂłn, ansiedad o cualquier otro trastorno mental, escuchar con atenciĂłn contribuye a que se sientan apoyadas, en lugar de juzgadas.


Claro, aprender a escuchar requiere mucho entrenamiento y disciplina, porque la tendencia humana en estos tiempos de virtualidad es a hablar sin frenos, sin razĂłn, ni medidas.


SĂ© que a algunos lectores puede resultarles molestoso que apele con tanta frecuencia a la Biblia en mis artĂ­culos, pero el libro sagrado del cristianismo está repleto de valiosĂ­simas herramientas de psicoterapia que aportan beneficios asombrosos. En Santiago 1:19 nos dice: “Todo hombre sea pronto para oĂ­r, tardo para hablar, tardo para airarse”; en Proverbios 15:31 reflexiona: “El oĂ­do que escucha las reprensiones de la vida, morará entre los sabios”, y tal vez el más severo de todos en Mateo 5:37 sugiere: “Pero sea vuestro hablar: SĂ­, sĂ­; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”, una invitaciĂłn a evitar caer hasta en juramentos para tratar de otorgar mayor validez a lo que decimos.



Siempre he sostenido tambiĂ©n que el mejor psicoterapeuta es Jesucristo, el hijo de Dios. La demostraciĂłn está en cĂłmo reaccionaba ante inquietudes de sus discĂ­pulos y otras personas que le seguĂ­an. Un solo ejemplo. Cuando le tocĂł reflexionar sobre el afán y la ansiedad, dos males tan arraigados en las sociedades modernas, les dijo a sus discĂ­pulos: “No os afanĂ©is por vuestra vida, quĂ© habĂ©is de comer o quĂ© habĂ©is de beber; ni por vuestro cuerpo, quĂ© habĂ©is de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Y el remate vino con la exhortaciĂłn a no afanarse por el mañana, porque basta a cada dĂ­a su propio mal. (Mateo 6:25-34). Conste que no es una exhortaciĂłn a no hacer nada y esperar a que todo caiga del cielo, sino a no angustiarse por los estresores de la vida y aquellas cosas que escapan de nuestro control.


Pero volviendo al cumpleaños, el dĂ­a despuĂ©s de la fecha vivĂ­ una situaciĂłn quizás insignificante, pero bastante aleccionadora respecto a que precisamente cada dĂ­a trae consigo su propio afán. Me informaron que un abanico de una marca muy duradera dejĂł de funcionar luego muchos años de uso. Mi padre siempre me exhortĂł a comprar abanicos de esa marca –no dirĂ© el nombre para evitar hacerle una promociĂłn gratuita- porque decĂ­a que ven acabar hasta a cinco fabricados por otras compañías. Aunque son más costosos, al final vale la pena la inversiĂłn, porque uno termina ahorrando plata, reflexionaba mi progenitor.


En ese momento me llegĂł a la mente otro tema musical a ritmo de salsa popularizado por el cantante puertorriqueño HĂ©ctor Lavoe, en la dĂ©cada de los años 70 del siglo pasado, y que comienza diciendo “Todo tiene su final, nada dura para siempre”.


Cuando casi se entra a la “Curvita de la Paraguay” de esta vida terrenal, las personas tienden a ser más pasivas y reflexivas, menos impetuosas, arrogantes e impulsivas que durante esa juventud que el poeta nicaragĂĽense RubĂ©n DarĂ­o definiĂł como el tesoro que se va para no volver. Con los años, se tolera incluso el derecho que tienen los demás a ser irreverentes cuando te hablan, pero marcas distancia si eso afecta tu paz emocional.


Pero para terminar con el antes, durante y despuĂ©s de ese cumpleaños, pues les cuento que tambiĂ©n tuve que calarme un dembow que alguien escuchaba y querĂ­a que tambiĂ©n lo hiciera el resto de la humanidad con la mĂşsica estridente. Y retumbaba ese estribillo: “Ey, tĂş di que eh que priva en loca, ven pa´ca y abre la boca, que como tĂş quedan poca, no diga na´ que hoy se choca”.


Tuve que pensar en Desiderata para desintoxicarme con los siguientes versos: “Cultiva la firmeza del espĂ­ritu para que te proteja de las adversidades repentinas”, “Conserva la paz con tu alma en la bulliciosa confusiĂłn de la vida”, “Sobre una sana disciplina, sĂ© benigno contigo mismo”, “SĂ© cauto, esfuĂ©rzate por ser feliz”.


Y pensĂ© ¡Ay! CĂłmo fue que pasamos de aquellas canciones para escuchar y meditar, al dembow que invita a cultivar el insulto, la mediocridad, los vicios y las pasiones más bajas, sin reparar en las consecuencias.

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