La superficialidad en el trato
MIRANDO POR EL RETROVISOR
Por JUAN SALAZAR
En junio realicĂ© por vĂa telefĂłnica una reclamaciĂłn por elevada facturaciĂłn a la compañĂa distribuidora de electricidad que brinda el servicio donde resido. Me tomaron los datos, con la sugerencia de que llamara en 10 dĂas laborables para una respuesta. AsĂ lo hice, pero aquĂ surgiĂł el primer inconveniente.
ParadĂłjicamente, aunque hice la reclamaciĂłn por telĂ©fono, la respuesta no podĂa recibirla por la misma vĂa. Me dieron dos opciones: A travĂ©s de Whatsapp o ir personalmente a una oficina de la distribuidora. OptĂ© por la primera, debido a la conveniencia de hacerlo desde la casa, sin la pĂ©rdida de tiempo que implican los tapones en las vĂas de la capital.
El sistema de mensajerĂa me pidiĂł los nĂşmeros de contrato y de reclamaciĂłn. Y ahĂ comenzĂł la espera. Realizaba otras tareas mientras chequeaba constantemente en el celular para verificar cuándo me responderĂa el interlocutor al otro lado de la lĂnea. Y que creen, tras 20 minutos, el sistema me informĂł que mi tiempo de espera se habĂa agotado, sin ninguna respuesta, y que lo intentara otra vez.
Perseverante al fin, probĂ© por segunda ocasiĂłn con los mismos resultados despuĂ©s de otra larga espera: Su tiempo se ha agotado. Llamo otra vez al nĂşmero telefĂłnico y la explicaciĂłn que me dieron fue que son tantas las personas que escriben al Whatsapp que se debe insistir hasta ver si tienes la suerte de que tu solicitud “caiga” y sea atendida.
DecidĂ finalmente no acudir a una oficina fĂsica para evitar más penurias y esperar la prĂłxima factura para verificar si la reclamaciĂłn fue aceptada, ya que se reflejarĂa con un crĂ©dito.
La semana pasada tambiĂ©n fui a realizar un depĂłsito en cheque y efectivo a un banco, donde encontrĂ© una larga fila. ContĂ© ocho cubĂculos para asistencia a clientes, pero apenas funcionaban tres. ObservĂ© la actitud de los dos cajeros disponibles en el área donde serĂa asistido. Una joven malhumorada y displicente, otro muy amable y diligente.
RecordĂ© esas dos vivencias porque el pasado viernes, precisamente por Whatsapp, me llegĂł una reflexiĂłn bĂblica en audio sobre la ocasiĂłn en que Jesucristo llegĂł a Nazaret, la ciudad donde creciĂł. Y entrĂł a la sinagoga a enseñar. En el templo se preguntaban cĂłmo habĂa adquirido tanta sabidurĂa y ese poder para realizar milagros. ¿Por quĂ© dudaban de Ă©l? Por su origen, se preguntaban ¿No es este el hijo de un carpintero? ¿No están aquĂ su madre, sus hermanos y hermanas?
El relato bĂblico concluye destacando que allĂ Jesucristo no pudo realizar muchos milagros por la falta de fe en Ă©l. Y de ahĂ se ha acuñado la frase de que “Nadie es profeta en su tierra”. La reflexiĂłn terminĂł apuntando que la familiaridad excesiva lleva a la rutina, Ă©sta a la superficialidad en el trato, luego viene la resistencia y por Ăşltimo termina con la pĂ©rdida de la fe.
Pasa igual con el Estado y su llamada burocracia, ese ejercicio del poder desde un escritorio, oficina o un simple cubĂculo, que el filĂłsofo, politĂłlogo y economista alemán Max Weber, considerado el fundador del estudio moderno de la administraciĂłn pĂşblica, estimĂł que debĂa ser precisa, rápida y uniforme.
¿Por quĂ© los ciudadanos terminan perdiendo la fe en el Estado y su burocracia? Lo primero es que desde sus orĂgenes ha sido deficiente, esa deficiencia se convirtiĂł en rutina, esta ha provocado una resignaciĂłn y el epĂlogo de que un cambio es imposible porque “somos asĂ y asĂ somos”.
A pesar de los esfuerzos y algunos logros tangibles, los reveses, como por ejemplo las vicisitudes para obtener un simple pasaporte y el regreso de los “buscones” a las oficinas pĂşblicas, han ido minando la fe en el sueño de contar un dĂa con “burocracia cero”.
Cuando la Oficina Gubernamental de TecnologĂas de la InformaciĂłn y ComunicaciĂłn (OGTIC) acuñó este programa con el firme propĂłsito de encaminarse hacia un “Gobierno eficiente”, identificĂł las siguientes prioridades como objetivos: Aumentar la productividad de los ciudadanos y las empresas; disminuir el costo social de las regulaciones; facilitar el acceso a los servicios a travĂ©s de canales digitales e interconectando las instituciones pĂşblicas; eficientizar y minimizar los requisitos y trámites para aumentar la satisfacciĂłn ciudadana; fortalecer los niveles de productividad, el crecimiento econĂłmico y el bienestar social, y por Ăşltimo, reducir los tiempos de respuesta en los servicios pĂşblicos.
Particularmente no aspiro a tanto, considerĂł incluso utĂłpico el tĂ©rmino de “burocracia cero”, pero sĂ anhelo que un dĂa demos el trato con calidez y las respuestas oportunas a que tienen derecho los usuarios de los servicios pĂşblicos.
HistĂłricamente, ha faltado una efectiva regulaciĂłn y un seguimiento eficaz a los procesos para garantizar servicios pĂşblicos simples, ágiles y de calidad a los ciudadanos, tanto fĂsicos como virtuales. La muestra más evidente está en que comunicarse telefĂłnicamente con una oficina pĂşblica es toda una odisea.
Para concluir, amables lectores, les cuento que en aquella fila del banco me tocĂł la cajera displicente. Me preguntĂł dos veces el monto del depĂłsito en efectivo, revisĂł en cuatro ocasiones el endoso del cheque y bostezĂł tres veces en una evidente señal de hastĂo. Mientras todavĂa me atendĂa, el más diligente a la vera ya habĂa asistido a cuatro clientes.
Y en cuanto a la distribuidora de electricidad, en julio me llegó la respuesta de la reclamación hecha en el mes anterior: Mi factura llegó sin el esperado crédito y, para colmo, otra vez más elevada.



Escribe un comentario