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De las chichiguas al sargazo: ¿Quién le pone el cascabel al sector eléctrico?

 MIRANDO POR EL RETROVISOR

Por Juan Salazar

En los gobiernos del presidente Joaquín Balaguer, el administrador general de la entonces Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), Julio Sauri, fue objeto de burlas porque alegó que los prolongados apagones se debían a las chichiguas que quedaban enredadas en los cables de electricidad.

Ante una situación actual similar, el presidente del Consejo Unificado de las Empresas Distribuidoras de Electricidad (CUED), Celso Marranzini, atribuyó las irritantes interrupciones en el servicio al sargazo que obstruyó los sistemas de enfriamiento de la unidad I de la termoeléctrica Punta Catalina.

Casi seis décadas después, observamos una evolución de las excusas para justificar la incapacidad estatal en la solución de un problema que hace tiempo debió ser historia patria.

Claro, ahora no hay forma de achacárselo a las chichiguas de Sauri, porque hace tiempo que niños y adolescentes prefieren divertirse con tabletas electrónicas y celulares que los mantienen atados a amigos virtuales, en lugar de hacerlo con papalotes, trompos, canicas y otros juegos que les permitían quemar calorías y grasas con panas reales.

No quiero descartar totalmente que algunos apagones se deban a averías, la principal excusa actual para justificarlos. Y pondré un ejemplo real. En algunas urbanizaciones cada día se inauguran proyectos habitacionales nuevos, pero con los mismos transformadores. El resultado es que los vecinos sufren constantes averías por la sobrecarga adicional, sin crear las condiciones para asimilarla.

Incluso, cuando un transformador se avería, el alegato es que no hay suficientes disponibles para reponerlo con la celeridad que ameritan los afectados. Eso pasa también con medidores y cables del tendido eléctrico robados.

Si realmente el sargazo provocó una avería en Punta Catalina, pues estamos también frente a una falta de previsión inaceptable. Igual pasa cuando se debe a un descuido con el mantenimiento de plantas energéticas, subestaciones, sistemas de distribución y otras infraestructuras vitales para garantizar un servicio de electricidad continuo y eficiente.

La irritación entre los usuarios es mucho mayor porque, contrario a las compañías telefónicas –para solo citar un ejemplo- cuando ocurren esos prolongados apagones a causas de “averías”, no se reflejan en la factura del servicio, que suele llegar igual y en algunos casos más elevada.

Y al enojo casi colectivo, se suma la desesperanza cuando uno escucha a Marranzini pedir paciencia y prometer que el problema de los apagones quedará subsanado a finales del presente año.

El presidente Luis Abinader también ha pedido excusas a la población por el pésimo servicio de electricidad. Pero en este caso, es diferente a la persona que mata a otra y luego en el juicio clama por perdón a los familiares. Aunque finalmente los parientes de la víctima sean indulgentes con el justiciable, no podrá revertirse el crimen que cometió.

El jefe de Estado debe entender que sus excusas y las justificaciones de sus funcionarios del sector al final no tendrán ningún sentido sin las soluciones definitivas que amerita este caos, que ya no aguanta más promesas insatisfechas de solución.

El gobierno ha negado que la crisis actual sea financiera, pero anteriormente se ha admitido la necesidad de dar apagones por “gestiones de demanda”.

La irritación de los usuarios es mayor porque, a pesar de los extensos apagones, la factura por el servicio llega igual y en algunos casos más elevada.

Hay que sincerarse con la población, porque tampoco hay informes de cómo marchan los planes de construir generadoras para adicionar 1,382 megas al sistema eléctrico entre 2024 y 2027, además de 400 megas en unidades de rápida instalación y 1,451 megas de energías renovables, como anunció en una entrevista el anterior ministro de Energía y Minas, Antonio Almonte.

Las razones actuales de los apagones fueron identificadas por el gobierno: sargazo, generadoras fuera de servicio y mayor demanda por la ola de calor. Pero independientemente de esas causas “coyunturales”, hay males históricos en el sector eléctrico que requieren ser subsanados, sin importar los intereses que se toquen.

La actitud nunca debería ser aceptar con normalidad hasta denuncias que en otras naciones provocarían un gran escándalo, como la del propio Marranzini, de que un ex administrador de EdeEste alteró las facturas a unos 42,000 clientes para que pagaran más y de esa manera dar la impresión de que se estaban mejorando las cobranzas en la distribuidora de electricidad.

Esa denuncia tan seria amerita una exhaustiva investigación del ministerio público “independiente” y, de comprobarse, aplicar las sanciones correspondientes y resarcir a los clientes afectados.

Recuerdan la fábula “Quién le pone el cascabel al gato”, del escritor español Lope de Vega.

Pues una familia de ratones vivía en la cocina de una enorme casa. Ellos eran muy felices, hasta que un día la dueña del hogar adoptó un lindo gatito. El felino creció y se convirtió en un gran cazador que estaba siempre al acecho.

Cansados de vivir en peligro, los ratones se reunieron para debatir soluciones y ponerle fin a tan difícil situación.

En la reunión se discutieron muchos planes, pero ninguno parecía ser bueno, hasta que un joven ratón propuso que ataran un cascabel al cuello del gato. Por el sonido del artefacto siempre sabrían el lugar donde estaba para evitar el peligro.

La ingeniosa propuesta fue acogida por todos los ratones, pero de repente un viejo y sabio roedor se levantó y les dijo: “Muy bien, pero ¿quién de ustedes le pone el cascabel al gato?

Todos los ratones se quedaron callados ante tal disyuntiva.

La moraleja de la fábula es que resulta más fácil decir las cosas que hacerlas, y en el sector eléctrico pasa igual. Gobiernos van y vienen. Y siempre lo mismo.

Excusas –algunas ingeniosas-, un mal réquete estudiado con sus soluciones identificadas y la paciencia de Job que han tenido los ciudadanos a la espera de una solución definitiva que nunca llega.

En países desarrollados, un apagón de pocas horas significa un caos, como ocurrió el pasado 28 de abril en la península ibérica.

No sé si los funcionarios del actual gobierno han asimilado que en una época de avances tecnológicos sin precedentes en la historia de la humanidad y habiendo arribado al primer cuarto del siglo 21, un país con extensos, tediosos e irritantes apagones no se justifica.

Ya no estamos en los tiempos de las chichiguas de Julio Sauri. Ahora con el uso intensivo del internet y las redes sociales, una sociedad irritada y cansada se puede “prender” con resultados peores a aquel abril que sorprendió al gobierno de Salvador Jorge Blanco.

Ingeniosas excusas y propuestas de soluciones para los odiosos apagones sobran, incluso con un pacto eléctrico que contempla alrededor de 100 medidas para la transformación y modernización del sector que se ha quedado rezagado.

La interrogante es: ¿Quién le pone el cascabel al sector eléctrico?

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