Del ciclón zurdo a la tormenta errática

 Por Juan Salazar 

La pasada semana, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, se mostró pesimista con el objetivo de mitigar el calentamiento global, a un mes de la cumbre climática COP30, que será celebrada este año en Brasil.

"Una cosa está clara: no lograremos contener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C en los próximos años", dijo de manera enfática Guterres ante la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de la ONU en Ginebra, Suiza.

Contener el calentamiento del planeta fue el principal objetivo del Acuerdo de París, un tratado internacional sobre el cambio climático adoptado por 196 participantes en la COP21, realizada en la capital francesa, el 12 de diciembre de 2015.

La meta era llegar a 1,5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales, lo que parece que tampoco se logrará diez años después.

Ese anhelo no se concretiza porque en el planeta se sigue consumiendo cada vez más petróleo, gas y carbón como fuentes de energía. Mientras eso ocurre, las potencias, los grandes contaminantes, se muestran renuentes a vincularse con la reducción de emisiones de carbono que provocan el efecto de gases de invernadero.

Ante un escenario así, las “sorpresas” seguirán llegando, como ha ocurrido actualmente en República Dominicana con el paso de la tormenta tropical Melissa.

La palabra entre comillas en el párrafo anterior tiene su razón. Con los efectos del cambio climático olvidamos experiencias pasadas que han ido mostrando la necesidad de siempre estar preparados para eventos naturales inesperados.

Todos recordamos como el huracán David azotó a República Dominicana el 31 de agosto de 1979, pero en medio de las labores de recuperación, una semana después, la tormenta Federico y sus copiosas lluvias provocaron inundaciones devastadoras.

En 1999, el huracán Lenny fue bautizado como el “ciclón zurdo” por su extraña trayectoria. Regularmente los huracanes que azotan al Caribe se forman en la cuenca del Atlántico, cerca de las islas de Cabo Verde, frente a la costa de África, y toman una trayectoria de este a oeste. Lenny se formó en el mes de noviembre al sur de Cuba y tomó rumbo hacia el este.

En 2004, el huracán Jeanne también tuvo un comportamiento inusual. Tocó tierra como tormenta tropical en la isla Española, luego se movió directamente al norte y tras una trayectoria en círculo sobre Bahamas, terminó azotando a Florida.

La tormenta tropical Odette, en 2003, fue bautizada como un “Ciclón decembrino” porque se formó fuera de temporada, el 4 de diciembre de ese año, frente a la costa Atlántica de Estados Unidos.

Georges, uno de los huracanes más devastadores en la historia del país, comenzó como una insignificante depresión tropical el 15 de septiembre de 1998 al sur de Cabo Verde y en su ruta por el océano Atlántico se convirtió en tormenta tropical. Tuvo altibajos en su desplazamiento por el Caribe, oscilando entre las categorías 1 y 4, pero finalmente azotó el país con intensidad 3 el 22 de septiembre, dejando cerca de 300 muertes y daños estimados en 2,200 millones de dólares.

Pues la semana pasada, el director del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), general retirado Juan Manuel Méndez, declaró que en sus 20 años al frente del organismo nunca había visto un fenómeno atmosférico con un comportamiento tan errático como Melissa.

La tormenta tropical tiene varios días, prácticamente estática, al sur del territorio nacional, afectando a República Dominicana con torrenciales aguaceros y dejando los suelos saturados debido a las inundaciones.

Una de las exhortaciones de Guterres, en su discurso ante la OMM, es que los gobiernos adopten nuevos planes nacionales de acción climática más audaces ante la realidad del cambio climático.

Con un país en la ruta de los huracanes como el nuestro, esa sugerencia adquiere mayor peso. No podemos seguir aferrados a viejas estrategias en materia de prevención y mitigación de desastres, si esperamos resultados diferentes.

La Defensa Civil de Cuba, una isla tan azotada históricamente como La Española por fenómenos atmosféricos, aplica un exitoso plan de gestión de desastres naturales que le ha permitido reducir muertes y daños, basado en cuatro pilares: Prevención, Planificación, Respuesta rápida y Recuperación.

El modelo cubano ha sido exitoso porque involucran a toda la sociedad. Cada localidad cuenta con planes de contingencia detallados, actualizados periódicamente y adaptados a las características locales. El gobierno también ha educado a su población en materia de gestión de desastres.

Cuando se requiere la evacuación desde sus casas a albergues, los cubanos acatan la decisión porque saben que al regresar encontrarán todos los ajuares en sus hogares. Eso permite realizar evacuaciones masivas sin inconvenientes.

No podemos seguir aferrados a viejas estrategias en materia de prevención y mitigación de desastres, si esperamos resultados diferentes.

Ahora escuché decir que las evacuaciones en el país de zonas vulnerables serán obligatorias, pero los dominicanos, precisamente, se resisten a abandonar sus casas porque al retornar se pueden encontrar con la amarga sorpresa de que fueron saqueadas.

Uno de nuestros principales errores es que queremos aplicar medidas sin crear primero las condiciones para que sean exitosas.

Un simple ejemplo, se realizan operativos para desalojar con grúas a vehículos mal estacionados en las vías públicas, sin primero construir los parqueos que permitan suplir esa carencia.

La prevención ha sido nuestra gran falla en materia de mitigación de desastres naturales. Vi notas de prensa de alcaldías, anunciando como un gran logro, operativos de limpieza de imbornales, cunetas, poda de árboles y recogida de desechos, a pocas horas del impacto de la tormenta tropical Melissa. Se supone que esos trabajos sean permanentes y no coyunturales.

Cuando era niño, recuerdo que en tiempos de lluvias confeccionaba con mis amiguitos pequeñas lanchas hechas de plástico. Las pulíamos bien para hacerlas lo más ligeras posible y competíamos con ellas en el agua que fluía por los contenes, despejados de desperdicios. Eso actualmente resulta imposible por la cantidad de tierra, basura y otros desperdicios acumulados en contenes, aceras y hasta en la calzada.

En el país ni siquiera contamos con refugios debidamente equipados y abastecidos para evitar que la estadía de damnificados fuera de los hogares se convierta en un trauma, hasta que pasen los efectos de un fenómeno natural.

"La ciencia nos dice que se necesita una ambición mucho mayor", exclamó el secretario general de la ONU en el citado discurso, en el que advirtió que la falta de compromiso ante el calentamiento global tendría consecuencias “devastadoras” para el planeta.

En el plano local también aplica esa sugerencia. De lo contrario, seguiremos siendo sorprendidos con lluvias como las del 4 de noviembre de 2022, una tormenta errática como Melissa o poderosos huracanes como San Zenón, David y Georges.

No importa cuán insignificante o poderoso parezca un fenómeno climático, ni el comportamiento inusual que presente, los daños siempre serán mayores ante la falta de previsión y una respuesta inadecuada de las autoridades.

Cada temporal, tormenta o huracán amerita un proceso posterior de evaluación para continuar creciendo como país, a tal punto que podamos enorgullecernos en un futuro cercano de contar con una real cultura de prevención y mitigación de desastres.

Melissa y su comportamiento errático, que hasta sorprendió a un hombre como el general retirado Juan Manuel Méndez, con 20 años dando la cara por el país en temporadas de huracanes, puede ser un buen punto de partida.

No esperemos a que un día nos sorprenda un “ciclón ambidiestro”, como esos peloteros capaces de batear a ambas manos.

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