Donar

Los reflejos de la sociedad


 

MIRANDO POR EL RETROVISOR

Por Juan Salazar 

Cuando llegué como pasante a un medio de comunicación me dijeron que la Redacción era como un templo. El silencio solo era interrumpido por el golpeo de las teclas y el empuje de las barras espaciadoras en las máquinas de escribir mecánicas. La que usaba era una Olimpia.

No teníamos audífonos y, para no interrumpir a los demás periodistas, debíamos colocar las grabadoras con un volumen bajo, muy cerca del oído. No se podía vociferar en la redacción y las conversaciones eran escasas, casi siempre con voz queda sobre alguna cobertura o algo vinculado al trabajo.

Recuerdo que un día me llamaron la atención porque levanté la voz en una conversación animada con una colega. Me dijeron que había un salón contiguo para ese tipo de pláticas.

Con las escuelas pasaba igual. También eran como un templo. Cuando el profesor entraba al aula los estudiantes callábamos en señal de respeto. Todos estábamos concentrados en la ponencia del profesor. Las voces de los estudiantes se escuchaban cuando eran autorizados para exponer.

Ese orden y disciplina sólo se rompían cuando salíamos al recreo, el momento más esperado y anhelado. En el patio del centro educativo dábamos rienda suelta a todos nuestros ímpetus. Sudábamos la gota gorda con las carreras y brincos en los juegos que improvisábamos.

Claro, las escuelas eran un reflejo de la educación que recibíamos en el hogar. Era la frase “trágame tierra”, si por casualidad llegaba una queja a la casa por una inconducta nuestra en el plantel y, mucho peor, por una falta de respeto a algún docente. Ahora ocurre lo contrario, padres, madres y tutores acuden a los centros educativos a encarar a los maestros y maestras cuando intentan disciplinar a sus hijos.

La asignatura “Moral y Cívica” resultó ser un complemento perfecto para moldear nuestro comportamiento dentro y fuera de las aulas.

Respetar a los mayores, no arrojar desperdicios en las vías públicas, reverenciar los símbolos patrios, cuidar nuestros útiles y libros, estos últimos forrados para que nuestros hermanos que venían detrás también pudieran usarlos, eran solo algunas de las normas que observábamos con celo.

Lamentablemente, tanto en redacciones de medios como en centros educativos gran parte de esas normas son cosas del pasado.

Cada vez son más frecuentes los contenidos subidos a redes sociales que ponen en evidencia un sistema educativo en decadencia. El más reciente la grabación de un video con escenas vulgares en la Escuela Lilian Portalatín Sosa, del sector Invivienda de la capital.

El audiovisual fue grabado por las cantantes urbanas Pamela Sandoval (Shupamela) y Darielis Marchena (Menor Queen), con la venia de autoridades del plantel.

No es la primera vez ni será la última en que ocurran actos de esta naturaleza, a menos que las autoridades educativas “tomen el toro por los cuernos”, y no precisamente al animal que identifica al partido político del actual ministro de Educación, Luis Miguel de Camps.

El Ministerio de Educación (Minerd) decidió suspender de sus funciones a varios servidores de la Escuela Lilian Portalatín Sosa, incluyendo coordinadores y personal administrativo, hasta tanto concluya una investigación ordenada para establecer responsabilidades.

También adelantó que solicitará a la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía la prohibición total del video clip grabado, a fin de evitar que la difusión continúe lacerando la imagen de la comunidad educativa.

Las medidas me parecen atinadas, pero no deben quedarse ahí, si queremos devolver el esplendor que tenían en el pasado las escuelas y colegios privados.

En El Salvador, el presidente Nayib Bukele ha dispuesto una serie de normas de comportamiento para restablecer el orden y la disciplina en las escuelas, entre ellas llevar un uniforme limpio, un corte de cabello adecuado y presentación personal correcta, así como el saludo respetuoso al entrar y salir de las aulas.

Sin caer en los excesos de Bukele, a quien le han criticado que haya entregado el control del sistema escolar público a Karla Trigueros, una oficial del ejército sin experiencia en educación, algo hay que hacer para reivindicar el sistema educativo dominicano.

A mi particularmente me encanta como gestiona Japón sus centros educativos. Los estudiantes muestran su respeto con una reverencia al educador cuando entra al aula y en las calles también los he visto en videos hacerlo con conductores que les ceden el paso, como señal de agradecimiento.

Cuando se intenta justificar el deterioro de la moral y el civismo en cualquier ámbito, siempre se alega que determinados comportamientos son reflejos del curso de la sociedad. No debería ser así. Las escuelas pueden seguir siendo como templos, aunque la sociedad luzca “perniquebrada” en sus cimientos.

Y en este caso, aunque me acusen de “llover sobre mojado” con determinados juicios, hay que insistir en la pésima costumbre que tenemos como país de aprobar para luego no aplicar.

Eso pasa con las “Normas del Sistema Educativo Dominicano para la Convivencia Armoniosa en los Centros Educativos Públicos y Privados”. Un bello rosario de buenas intenciones, pero sin resultados positivos para lograr los puntuales objetivos que motivaron su aprobación por el Consejo Nacional de Educación: Fortalecer la cultura de paz, la convivencia y la resolución pacífica de los conflictos en las escuelas y colegios privados.

Tienen como propósito, además, generar un clima afectivo idóneo para los aprendizajes del estudiantado, estableciendo pautas disciplinarias y medidas en el marco de procesos pedagógicos que contribuyan a su formación integral y a la convivencia armoniosa.

Las normas conminan a participar activamente en este proceso a autoridades educativas y administrativas, así como a padres, madres y tutores de los alumnos.

Pero si aspiramos a concretizar esos anhelos, hay que romper paradigmas y otros rescatarlos. Por ejemplo, hace tiempo que la figura del “sereno” debe desaparecer del sistema educativo dominicano. Para garantizar el orden y la disciplina en los planteles se requiere una Policía Escolar preparada, técnica y profesionalmente, que vele por la cultura de paz que debe levantarse como estandarte.

También a la figura del psicólogo escolar debe otorgársele la relevancia que amerita, especialmente cuando vemos un deterioro preocupante de la salud mental a todos los niveles. Y nuestros estudiantes no son la excepción. Ameritan también ser escuchados por profesionales capaces de orientarlos en el manejo de sus traumas, inquietudes y preocupaciones.

El respeto por la figura del maestro y la maestra hay que restablecerlo sin más dilación. Devolverles la autoridad que tenían los docentes en su noble tarea de educar, pero también de forjar a ciudadanos modelos.

Muy penoso que se permitiera la grabación de ese video obsceno en el centro de Invivienda, cuando precisamente en octubre se celebra el Mes de la Canción Escolar, establecido mediante decreto, en 1975.

Otras letras, melodías y acordes deben sonar en las escuelas y centros educativos privados, si queremos hacer honor a nuestro Himno a la Bandera Dominicana cada vez que empieza su trabajo la escuela y que en su última estrofa reza: “Mientras haya una Escuela que cante, tu grandeza bandera de amor, flotarás con el alma de Duarte, vivirás con el alma de Dios”.

Quizás estuve un poco didáctico en este domingo otoñal, pero aún con un asfixiante calor que tinta de un sudor pegajoso hasta los huesos. Pero es el sentir, al tratar este tema, de quien fue estudiante y ahora es educador. Y el sentir dominicano. Si realmente anhelamos que llegue la hora de la escuela, asumamos sin más demora esta frase del patricio Juan Pablo Duarte: “Trabajemos por y para la Patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”.

Trabajar para la escuela es hacerlo para la Patria. Sólo escuelas ejemplares terminarán reflejándose en la Patria que soñaron los forjadores de la nacionalidad dominicana. 

No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.