El becerro de oro
Por Felipe Román
Apreciado y amable lector, es prácticamente seguro que al ver ese tĂtulo usted haya pensado —en especial si es una persona quisquillosa— que se trata de un tema desfasado, o sea, algo que no va acorde con las circunstancias actuales o con las costumbres de la modernidad.
Por ejemplo, el uso de la minifalda, que surgió en la década de los sesenta, fue presentado por primera vez al público por la diseñadora británica Mary Quant en una pasarela, el 10 de julio de 1964. Aunque el diseñador francés André Courrèges también presentó faldas cortas ese mismo año, el reconocimiento mundial sigue siendo para Quant.
Esta vestimenta causĂł furor y se hizo sumamente popular, no solo entre los varones —que de repente podĂan “ver” con claridad lo que antes solo imaginaban—, sino tambiĂ©n entre las mujeres, quienes no lo hacĂan solo para sentirse sensuales o atractivas, sino porque entendĂan que estaban contribuyendo a la liberaciĂłn femenina y a “derrotar” el modelo patriarcal. Desde aquellos maravillosos años sesenta, las mujeres no han dejado de luchar por sus derechos, aunque lamentablemente muchas aĂşn son asesinadas.
Debemos aclarar que, aunque esa moda ya no es tan popular como en las décadas de los sesenta y setenta, aseguramos que nunca desaparecerá. Se mantendrá, con variantes: hoy la vemos en vestidos cortos, de colores vivos, y sus ventas continúan siendo elevadas.
Otro ejemplo de tema desfasado son las noticias que ya fueron publicadas en el periĂłdico del dĂa anterior. Eso inspirĂł al gran compositor puertorriqueño Tite Curet Alonso para escribir su cĂ©lebre canciĂłn “PeriĂłdico de ayer”, popularizada por el inmenso HĂ©ctor Lavoe. Recordemos un fragmento de su letra: “Tu amor es un periĂłdico de ayer, que nadie más procura ya leer, sensacional cuando saliĂł en la madrugada, a mediodĂa ya noticia confirmada, y en la tarde materia olvidada. Tu amor es un periĂłdico de ayer”.
En nuestro caso, el tĂtulo podrĂa parecer desfasado. Sin embargo, el desarrollo del tema le hará percibir claramente —sin que quede en usted duda razonable— que sigue siendo actual e interesante. Es cierto que muchas personas se burlan del relato bĂblico del becerro de oro, cuando el pueblo de Israel fabricĂł una imagen para adorarla en lugar de YahvĂ©.
El pueblo de Israel de aquella Ă©poca habĂa perdido una de las cualidades más importantes del ser humano: la confianza.
Veamos el relato bĂblico: “Al ver el pueblo que MoisĂ©s tardaba en bajar del monte, se reuniĂł en torno a AarĂłn y le dijo: Anda, fabrĂcanos un dios que vaya delante de nosotros, pues no sabemos quĂ© ha sido de ese MoisĂ©s que nos sacĂł del paĂs de Egipto. AarĂłn les respondiĂł: Quiten de las orejas los pendientes de oro a sus mujeres, hijos e hijas, y tráiganmelos. Todo el pueblo se quitĂł los pendientes de oro y se los entregĂł a AarĂłn. Él los tomĂł de sus manos, los fundiĂł en un molde e hizo un becerro de fundiciĂłn”. (Éxodo 32:1-4, Biblia de JerusalĂ©n Latinoamericana).
El pueblo de Israel de aquella Ă©poca habĂa perdido una de las cualidades más importantes del ser humano: la confianza, es decir, la fe. Aunque se creĂan religiosos, en realidad padecĂan una crisis de fe. Solo podĂan creer en lo tangible.
Algo similar ocurre hoy: la pĂ©rdida de la confianza en uno mismo vuelve a las personas frágiles, inseguras e incluso desconfiadas. Muchas desarrollan una paranoia no psicĂłtica, sino neurĂłtica: una profunda desconfianza hacia los demás, a quienes perciben como actores del gran “teatro” de la vida cotidiana. Les tratan con cortesĂa, pero creen que hablan mal de ellos a sus espaldas y que, si pudieran, les harĂan daño (paranoia neurĂłtica).
Esa desconfianza les incapacita para disfrutar lo bello del bosque, la buena mĂşsica o la poesĂa, para descansar, permitirse soñar o hacer alguna cosa que les guste, aunque a los demás pueda parecerles tonta o ridĂcula. En cambio, la inseguridad los impulsa a una actividad frenĂ©tica en busca de seguridad material. Creen que la seguridad, la tranquilidad y la paz solo se logran consiguiendo su propio becerro de oro: mucho dinero. Y asĂ, los afectos se descuidan y la vida emocional se minimiza. Gran parte de la energĂa se dirige a conseguir oro —dinero— creyendo ilusamente que asĂ serán más aceptados. Pero aunque alcancen sus metas, si la motivaciĂłn se basĂł en la inseguridad personal, nunca serán felices.
¿Por quĂ© el becerro es de oro y no de otro material? La primera razĂłn sorprende por su simpleza, es sencillamente porque el oro en las circunstancias especiales en que se encontraba el pueblo de Israel, deambulando por el desierto de Parán, era lo que más fácil, rápido y con menor esfuerzo se podĂa conseguir, debido a que hacerlo de madera o de barro, serĂa muy laborioso, mayor gasto de energĂa, y tambiĂ©n llevarĂa un mayor tiempo.
Deseamos que note algo: esas condiciones —lo fácil, lo rápido, el menor esfuerzo— se han convertido en normas de vida actuales. Las personas inseguras (neurĂłticas) no desean esperar ni trabajar por resultados duraderos, ni nada que requiera tiempo para disfrutar los frutos del esfuerzo. Prostituyen sus sentimientos: no ejercen una carrera por vocaciĂłn o por el bienestar de servir a los demás o sentirnos Ăştiles, sino que la meta es obtener pronto la “bendiciĂłn del becerro”, simbolizada por el dinero. Esa bĂşsqueda constante de gratificaciĂłn inmediata solo lleva a un vacĂo existencial que ninguna diversiĂłn puede llenar. Alegra, sĂ, pero no da felicidad.
Estas personas intentan hallar seguridad en lo material, pero lo hacen con impaciencia, desesperación y angustia. Su razonamiento se nubla y no logran resolver el problema fundamental: su inseguridad interior, lo que las vuelve escépticas y hurañas, dudando prácticamente de todos. Actúan como si fueran bondadosas, alegres y solidarias, pero la angustia les corroe el alma. Terminan más atormentadas que al inicio de su carrera tras el becerro de oro: dinero, éxito económico, vanidad.
La segunda razĂłn es el brillo del oro. Es vistoso, esplendoroso, produce orgullo. Les permite exhibir algo valioso: un vehĂculo nuevo, un telĂ©fono caro. En el fondo, quien se siente vacĂo busca validaciĂłn mostrando lo que tiene. Publica sus posesiones para ser admirado y aceptado. Pero, aunque logre reconocimiento momentáneo, no puede acallar su conciencia, que le recuerda su propia inseguridad.
La tercera razĂłn es la necesidad de tener un motivo para regocijarse o divertirse. En eso se parecen a los alcohĂłlicos, que convierten cada emociĂłn —tristeza o jĂşbilo— en excusa para beber. En el caso del pueblo de Israel, la diversiĂłn fue un velo que les confundiĂł, haciĂ©ndoles sentir falsamente felices.
Un sĂntoma frecuente entre quienes han alcanzado poder y riqueza, pero carecen de paz interior, es el insomnio. No porque la prosperidad sea mala —todo lo contrario—, sino porque no se mantiene la fidelidad a uno mismo. El dramaturgo y poeta inglĂ©s, William Shakespeare, lo expresĂł magistralmente en Enrique IV, segunda parte, acto III, escena I, cuando el rey exclama: “¡Cuántos millares de mis pobres sĂşbditos sueñan a esta hora! ¡Oh sueño, gentil sueño, dulce reparador de la naturaleza! ¿CĂłmo es posible que te hayas ahuyentado, para que no quieras venir a posarte sobre mis párpados y sumir en el olvido mis pensamientos? ¿Por quĂ© sueño te acuestas en las chozas ahumadas, donde no tienes para tenderte más que duros camastros y para invitarte al reposo más que el zumbido de las moscas nocturnas, en vez de penetrar en las alcobas de los grandes, bajo el dosel de suntuosos lechos, donde estarĂa arrullado por los sones de las más dulces melodĂas?”.
ConclusiĂłn: esperamos y deseamos que usted “Sea fiel a sĂ mismo”. Esa autenticidad le dará seguridad y un sueño placentero.
Y los creyentes confiamos en lo siguiente: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazĂłn del mar”. (Salmo 46:1-2).
El autor es psiquiatra y general (R) del Ejército



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