La niñez no puede esperar

 


Por Juan Salazar 

A Joel, de ocho años, nunca le han explicado por qué un día la figura paterna ya no estaba en el hogar a causa de un divorcio. Simplemente notó que de repente su madre comenzó a asumir sola todo lo que se gestionaba en la casa.

Estefany, de 10 años, atraviesa una inesperada realidad que la aflige. Vive con una tía, madre soltera, desde que su padre mató a su madre y luego se suicidó. La niña es un vivo ejemplo del daño colateral que tanto se ignora porque la atención se centra en las víctimas y victimarios.

En ambos casos son nombres ficticios para proteger la identidad del niño y la niña, pero sus historias retratan dramas de miles que en nuestro país pasan a formar parte de estadísticas que se ignoran al momento de diseñar políticas estatales que protejan a la infancia y garanticen sus derechos.

Es muy probable que Joel y Estefany no recibieran explicaciones sobre esos cambios conmovedores en sus vidas. Y peor aún, quizás ni siquiera fueron escuchados para permitirles la catarsis de expresar sus sentimientos por la ausencia del padre y, en el otro caso, de ambos progenitores.

“Mi día, mis derechos” ha sido precisamente el lema escogido este año por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) para conmemorar el pasado 20 de noviembre el Día Mundial de la Infancia.

La fecha se adoptó para recordar la aprobación por la Asamblea General de las Naciones Unidas de la Declaración de los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1959, y la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño, en la misma fecha, 30 años después.

Unicef en República Dominicana asumió la efeméride con otro lema igual de revelador: “Los datos cuentan que la niñez no puede esperar”.

Algunas cifras a escala planetaria sobre el Estado Mundial de la Infancia 2025 estremecen. Son datos recopilados en cerca de 130 países con ingresos medianos y bajos.

Más de 400 millones de niños y niñas en todo el mundo viven en la pobreza y no pueden satisfacer al menos dos necesidades diarias, como la nutrición y el saneamiento. Alrededor de 118 millones sufren tres o más privaciones, y 17 millones se enfrentan a cuatro o más. El 65% de los niños y niñas no tienen acceso a un retrete en los países de ingreso bajo. Se prevé que los recortes en asistencia exterior a países con ingresos medianos y bajos podrían dejar a seis millones más de niños y niñas sin escolaridad para el próximo año. Esos números se podrían incrementar por los conflictos bélicos y la crisis climática que impactan actualmente a la humanidad.

En República Dominicana, lamentablemente, carecemos de cifras confiables que permitan definir políticas públicas efectivas a favor de la infancia. Noto con frecuencia a organizaciones no gubernamentales locales y organismos internacionales apelar a estadísticas de hace cinco y hasta diez años para analizar el estado de la infancia en el país.

El subregistro en muchos casos es inevitable por el estigma que acompaña a determinados casos. Pero también el ejercicio de maquillar cifras al que apelan los gobiernos para aparentar que todo marcha bien, no pienso que sea saludable si el objetivo final es enfrentar las carencias de la niñez dominicana.

Con “Los datos cuentan”, Unicef en República Dominicana procura precisamente el uso, difusión y comprensión de cifras críticas sobre la situación de la infancia, especialmente referentes a violencia, para propiciar cambios reales.

Entre los objetivos primordiales se cita convertir la erradicación de la pobreza infantil en una prioridad nacional, bajo el criterio de que envenena a la infancia y les vulnera a niños y niñas sus derechos fundamentales.

Integrar las necesidades de la infancia en las políticas económicas y en la planificación presupuestaria de cada año. Ampliar el acceso a servicios públicos esenciales, como la educación, salud, saneamiento, nutrición y a una vivienda digna.

Promover, además, el trabajo digno para padres, madres o tutores a fin de reforzar su seguridad económica, estrechamente relacionada con el progreso de la infancia.

La agencia de Naciones Unidas, a propósito de la conmemoración en 2025, exhorta además a dar la palabra a los niños y niñas para que hablen sobre sus vidas, sus derechos y lo que desean durante toda su infancia.

Sugiere organizar actividades en las que niños y niñas asuman funciones destacadas en medios de comunicación y en empresas e instituciones políticas, deportivas y culturales para hacer oír su voz y llamar la atención sobre los temas que les importan.

“Crear plataformas para que los niños y las niñas puedan expresar sus ideas e iniciativas permitirá impulsar la acción hacia un futuro donde se protejan y respeten los derechos de la infancia. Incluso la más mínima voz es capaz de hacer resonar alto y claro el eco del cambio”, planteó Unicef.

Los derechos de la infancia, como expone el órgano de la ONU, deberían ser innegociables, pero cada día son más olvidados y en muchos casos vulnerados.

Las reflexiones con ocasión de la fecha han sido muy puntuales este año:

-Centrarse más en las cuestiones que más importan a los niños y niñas.

-Tomar en cuenta que los infantes son casi siempre víctimas de decisiones que no han tomado.

-Niños y niñas tienen derecho a expresar sus opiniones sobre asuntos que les afectan directamente. Hay que escucharlos y entender cómo viven.

-Los infantes también pueden ser artífices de grandes cambios para la humanidad, merecen la oportunidad de demostrarlo.

-Asumen responsabilidades que son propias de los adultos, negándoles las oportunidades de educarse, jugar y divertirse, tan importantes a esa edad. Se delegan en niños y niñas problemas que corresponde a los adultos resolver.

Como país, en materia de atención a la infancia, exhibimos avances en algunos indicadores, pero en otros se percibe un estancamiento y hasta retrocesos. Hay signos que muestran esos altibajos.

Podemos mencionar mejorías en la asistencia sanitaria y en educación la implementación del Transporte Escolar (TRAE). Pero también está el drama que enfrentan los padres a principio de cada año escolar por el déficit de aulas.

Hay una mayor conciencia sobre la necesidad imperiosa de erradicar las uniones y embarazos a temprana edad.

Sin embargo, se requiere también vincular asistencia social con metas de los padres, especialmente en el desempeño escolar.

En definitiva, niños y niños sufren con mucho más rigor las necesidades que enfrentan sus padres o tutores, en un mundo cada día más desigual.

El día a día de la infancia en la isla que compartimos con Haití, hace tiempo que grita cada vez más fuerte por el irrespeto a sus derechos y las cifras desactualizadas que se asumen con frialdad.

Como apunta Unicef con ocasión de la fecha conmemorativa del pasado jueves: Pasar de escuchar a actuar a favor de la niñez es ya un compromiso impostergable.

Pero como bien plantea hace falta voluntad: “La voluntad de aplicar estrategias de eficacia probada, de escuchar a la infancia y aprender de ella, y de innovar para obtener soluciones que permitan resistir las actuales crisis convergentes”.

La tan cacareada frase de que “la niñez es el futuro” hay que erradicarla definitivamente del alma nacional, con la convicción inquebrantable de que invertir en la infancia es hacerlo por nuestro presente y futuro como nación.

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